- La fundación española del corazón, ha publicado recientemente que el 80% de las enfermedades del corazón y hasta el 90% de los infartos podrían prevenirse con un estilo de vida más saludable.
Es cierto que hoy en día, gracias a los avances en cardiología los pacientes que han desarrollado una enfermedad cardiaca van a poder realizar una vida prácticamente normal en la mayoría de los casos. Sin embargo, la única manera de poner freno a esta creciente epidemia es identificar la enfermedad en sus etapas iniciales, cuando todavía el individuo no ha desarrollado los síntomas. La prevención es fundamental para frenar el incremento de las ECV.
A nivel individual, el primer paso es reconocer que la enfermedad nos puede afectar directamente a nosotros o a nuestro entorno cercano. Es imprescindible tener un conocimiento de los factores de riesgo para poder entender la enfermedad y saber las opciones que existen para poder combatirlos y controlarlos. Sabemos que no es fácil cambiar hábitos de vida, porque implica un gran esfuerzo y el ser humano es por naturaleza un animal de costumbres. Dejarse llevar es más fácil que decir basta.
Sentirnos vulnerables es clave, es decir, interiorizar que puedo ser yo el que sufra un infarto en el corazón, o cualquier otra enfermedad cardiaca. Lo correcto debería ser querer conservar la salud como si fuera un tesoro, no cuando enfermamos, sino cuando estamos y nos sentimos sanos.
Otra idea fundamental es ver a los médicos como profesionales que además de tratarnos cuando estamos enfermos, son capaces de marcarnos unas pautas de comportamiento para prevenir la enfermedad.
Los profesionales sanitarios basan su estrategia de prevención en tres grandes pilares:
1.- El manejo agresivo de los factores de riesgo cardiovascular principales, como el colesterol, el azúcar, el tabaco o la tensión arterial, a través de las consultas médicas o gracias a charlas colectivas en diferentes ámbitos.
2.- El cálculo del riesgo cardiovascular que tiene una persona de sufrir un infarto o un ictus en el futuro, mediante escalas de riesgo que integran distintos parámetros de salud.
3.- La realización de pruebas de imagen cardiovascular como por ejemplo, la ecografía vascular, para visualizar directamente la enfermedad en nuestras arterias.
Todas estas pautas de actuación de los profesionales suelen estar coordinadas con las diferentes sociedades científicas, las cuales marcan unas directrices basadas en la evidencia acumulada en los diferentes ensayos y trabajos publicados. Cada cierto tiempo, expertos en la materia se reúnen para revisar los nuevos avances en cada área y así poder adaptar las recomendaciones a las nuevas evidencias aportadas.
¿Cómo podemos prevenir en el día a día?
Los tres conceptos fundamentales son:
- Conocer el problema
- Voluntad necesaria para para empezar a enfrentarnos al problema
- Ser conscientes, imprescindible para llegar a cumplir los objetivos y tener la capacidad de mejorar nuestro estilo de vida en el momento presente y mantenerlo en el tiempo.
Conocer al enemigo: factores de riesgo cardiovascular
Entre los factores de riesgo causantes de las ECV se encuentran dos tipos:
Hay cuatro factores de riesgo clásicos que se consideran modificables, el tabaquismo, la hipertensión arterial, la diabetes, mellitus y la hipercolestrerolemia. Otros factores que tenemos que tenemos que tener en cuenta son la obesidad y el sedentarismo, que aceleran el proceso de la aterosclerosis y llevan implícitos, a su vez los factores de riesgo previamente mencionados.
Los factores de riesgo no modificables, son los antecedentes familiares, la edad y el sexo.
Se dice que un individuo tiene historia familiar de ECV precoz cuando un familiar masculino de primer grado (padre o hermano) ha sufrido un infarto antes de los 55 años o un familiar femenino de primer grado (madre o hermana) ha sufrido un infarto ante de los 65 años. Cuando esto ocurre, el riesgo de este individuo a padecer un infarto es mayor porque existe una influencia genética significativa. La buena noticia, es que el conocimiento que tenemos en la actualidad nos permite cambiar la historia natural de la enfermedad en la gran mayoría de los casos.
Otro de los factores que no podemos cambiar es el sexo y la edad. El sexo masculino, por fisiología y aspectos hormonales, tiene mayor riesgo de ECV que la mujer. La mujer, al estar protegida por las hormonas, en particular los estrógenos y progesterona, suele presentar los síntomas más tardíamente. De hecho, se dice que la sintomatología en la mujer aparece con diez años de retraso respecto al hombre, y que la prevalencia aumenta tras la menopausia. La edad, aumenta el tiempo de exposición a los factores de riesgo cardiovasculares, por lo que, junto con el envejecimiento inherente a cada individuo, aumenta el riesgo de tener aterosclerosis. Por tanto, es importante tener presente que la edad es un factor fundamental a la hora de empezar la prevención.
Se sabe que entre los tres y seis años es el momento ideal para forjar la conducta alimenticia, deportiva y el camino hacia la vida sana. Según nos hagamos mayores, nos costará más seguir una vida cardiosaludable de una forma natural, por lo que deberemos invertir mas recursos. Además, todos los cambios que experimentamos al envejecer, tendrán mucho que ver con el estilo de vida que hayamos llevado y con secuelas de otras enfermedades que hayamos padecido o padezcamos.
Sea cual sea nuestra edad no debemos perder la batalla, en cualquier momento de nuestra vida podemos empezar a adoptar hábitos cardiosaludables. Deberíamos recordar que cuanto antes empecemos mejor y que nunca es tarde para prevenir.
Fuente: «La salud de tu corazón» – Autor: Dr. Jorge Solís – Jefe de la Unidad de Imagen Cardiovascular de Analiza
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